Con cada vez más ventanas y puertas abiertas para que diferentes stakeholders entren a las organizaciones, se sumó el trabajo remoto impuesto por la pandemia y convalidado por el mercado en la post-pandemia, lo que agravó los desafíos de ciberseguridad de las empresas.

Los riesgos de ciberseguridad muestran un sostenido crecimiento, cada día surgen nuevas amenazas y los actores aprenden nuevas formas de lanzar ataques cada vez más difíciles de detectar y defender. Los equipos de ciberseguridad están sobrecargados y usualmente cortos de personal afectados por los recortes presupuestarios. Adicionalmente, los reguladores de los países de la región, no están, en general, a la altura del desafío, por lo que la integridad del suministro de los servicios públicos, depende, mayormente, de los esfuerzos de protección de las empresas. Los nuevos avances tecnológicos y la «smartificación» de las empresas y organismos públicos, tanto en sus procesos laborales como en la comunicación con los stakeholders, generan una gran cantidad de puertas y ventanas de acceso que constituyen alto riesgo de ciberseguridad.

Esto genera un panorama muy complejo dentro de un rubro que ya es complicado. En los últimos años, hemos visto un fuerte incremento de ataques a empresas e instituciones de todo tipo, con impactos más o menos importantes y conocidos por el público. Por ello, es esperable que las organizaciones deban aumentar sus presupuestos de ciberseguridad, tanto en equipamiento como en capacitación del personal, de manera inmediata. Esta es una tendencia mundial, que viene creciendo,

En linea con lo expuesto, Cybersecurity Ventures calcula que, en 2025, el costo total del delito cibernético será de alrededor de u$s 10,5 billones a nivel mundial.

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