Una pregunta frecuente que nos hacemos respecto de la economía argentina es a cuánto debería estar el tipo de cambio, y si bien la respuesta generalmente es difícil de saber, por lo general lo primero que se nos viene a la mente es, “más caro”.

Desde hace bastante tiempo convivimos con muchos tipos de cambio, aunque la realidad indica que normalmente nos manejamos con cuatro: el oficial que vemos publicado por el Banco Nación; el llamado “blue” o “negro”, que es el mercado paralelo ilegal; el MEP, dólar billete que puede comercializarse a través del mercado de capitales; y finalmente, el CCL, contado con liqui, que también se negocia en el mercado, pero es dólar transferencia, es decir, divisas puestas en el exterior.

De los cuatro tipos de dólares mencionados, el oficial es obviamente el que está bajo tutela del Banco Central, cuyas políticas monetarias y cambiarias responden, aunque no debería ser así, a lo que disponga el gobierno de turno. Y lo que vemos desde hace algún tiempo es que el precio de esta versión del dólar, está bastante alejado de aquellos precios que operan libremente y reflejan de forma más real, oferta y demanda. Quienes critican al blue, MEP y CCL, argumentan que son mercados con volúmenes reducidos que no necesariamente representan lo que debe ser la cotización correcta.

De todos modos, y sin entrar en un análisis minucioso macroeconómico, una de las formas de calcular el tipo de cambio correcto, es tomar un valor pasado donde estuvo en equilibrio durante un período razonable de tiempo, y ver cómo evolucionaron las tasas de interés de referencia de los países cuyas divisas estamos evaluando. Es decir, si el dólar contra el peso tuvo un precio de equilibrio por ejemplo, cuando se produjo la devaluación del 2001 (primero se determinó arbitrariamente un tipo de cambio de $1,40 por dólar que escaló rápidamente a casi $4,20, para retroceder y acomodarse en la zona de $2,80), entonces podemos partir de ese último nivel y calcular el tipo de cambio actual en base a la evolución de tasas de cada moneda.

Desde un punto de vista, muchos creen que tener un tipo de cambio alto debería ser bueno para la economía porque fomenta las exportaciones que producen ingreso de divisas, mientras restringe el ingreso de mercadería importada por resultar muy cara. Si la dinámica fuera tan sencilla, a medida que esto sucede, tendríamos cada vez más dólares en el sistema, y producto de la relación entre oferta y demanda, el tipo de cambio debería mantenerse estable, e incluso ceder en su precio, producto de una mayor oferta. De todos modos, sabemos que hay muchos insumos y productos que necesariamente tienen que ser importados, y ese mayor tipo de cambio, se traslada a los precios finales que pagan los consumidores.

Hasta hace pocos días, pensábamos que el gobierno iba a contener el precio hasta pasadas las elecciones legislativas en un esfuerzo por no mostrar, lo que realmente debería ser el precio. Ahora que las elecciones pasaron con diversos resultados desfavorables para el oficialismo, la sensación que emerge es que el tipo de cambio es una bomba de tiempo. No hay que olvidarse que las tasas de interés que mencionamos anteriormente y que determinan el precio de equilibrio, tienen detrás incorporada la variable de la emisión monetaria por un lado, y por otro, cómo el gobierno debe absorber parte de esa masa de dinero para evitar una corrida inflacionaria, pagando tasas altísimas.

Entonces la pregunta es: ¿el dólar oficial a $105, es correcto? Y la respuesta pareciera ser que no. Si lo fuera, no tendríamos las otras cotizaciones en torno a los $200. Habiendo dicho esto, se nos abre otro interrogante: ¿cuándo y cómo se devaluará el peso?

Y esta última incógnita es mucho más difícil de develar porque depende de la cantidad de dólares que tiene el Banco Central, de la balanza comercial y también, de la decisión política de mantener artificialmente un tipo de cambio bajo. Si tuviéramos que conjeturar respecto al “cuándo”, históricamente nuestro país ha vivido grandes devaluaciones en períodos veraniegos, especialmente, en el mes de febrero.

Y lamentablemente el “cómo”, fue de manera bastante abrupta, es decir, con saltos fuertes. Una presión fuerte vendrá de la mano de lo que pida el FMI para cerrar su acuerdo con nuestro país, algo que demandará bastante tiempo dadas las condiciones que ya viene exigiendo.

En definitiva, si bien algunos analistas especulan con un dólar de $300 o más en el corto plazo, es poco probable que el gobierno esté dispuesto a llegar a dicho valor de manera rápida y por ende, violenta. Sería mucho más esperable, alcanzar un tipo de cambio oficial en torno a las cotizaciones “libres” de $200 en un mediano plazo, aunque tal vez cuando esto suceda, ya estemos desfasados nuevamente.