Entramos a un 2023 con mucha volatilidad de las principales variables macroeconómicas. La tasa de inflación volvió a niveles que el mundo ya había olvidado, El impacto en las tasas de interés y las cotizaciones de las monedas y los commodities va a ser un factor a mirar con atención. Por otro lado, los analistas internacionales plantean que un buen número de economías van a experimentar recesiones leves en el año 2023.

Según las últimas proyecciones de los organismos internacionales (FMI y Banco Mundial) se espera una intensificación de la desaceleración económica global, por lo que parece probable que se produzcan recesiones leves en Europa y América del Norte. No está del todo claro si todos los países serán exitosos en el control de la inflación, lo que pone algunos signos de pregunta respecto de la continuación de las políticas de estímulo fiscal y políticas monetarias de los gobiernos, y su impacto en las economías emergentes y de los países en desarrollo, muchos de los cuales tienen importantes deudas en los mercados internacionales. El entorno económico mundial es muy incierto desde la salida de la pandemia, los conflictos geopolíticos complican el panorama y dificultan la cooperación internacional.

En este contexto inflacionario, hay incertidumbre respecto de las políticas de los bancos centrales y su impacto en la demanda agregada. Standard & Poor’s proyecta que el crecimiento del PIB real mundial (que fue del 5,9% en 2021 y del 2,9% en 2022) desacelere al 1,6% en 2023, lo que plantea serias dudas respecto de la capacidad de generación de empleo de la economía. En este contexto, no sorprende que los mercados financieros sigan con una fuerte volatilidad. Por supuesto que las tasas de interés y las cotizaciones de las monedas también pueden mostrar algunas sorpresas a lo largo del año, lo que nos obligará a seguir con mucha atención estas variables.

A todos estos factores se le agrega la creciente necesidad de fondos de los gobiernos, por un lado para seguir aumentando el gasto social de las políticas de gobierno, y por otro lado para financiar la «bomba demográfica» generada por el aumento de la edad de la población.

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